En Holanda, el programa conocido como “Educación sexual completa” inicia a partir de los cuatro años. No es que en una clase de Kínder haya referencias explícitas al sexo. De hecho, más que educación sexual, lo que se enseña es educación sobre la sexualidad. Según Ineke van der Vlugt, experto en desarrollo sexual de los jóvenes del Rutgers WPF –el instituto de investigación holandés que está detrás del currículum–, se trata de tener conversaciones abiertas, honestas con respecto al amor y las relaciones.
Por ley, todos los estudiantes de primaria en Holanda deben recibir educación sobre sexualidad. Aunque el sistema es flexible debe abordar ciertos principios básicos, entre ellos: diversidad sexual y asertividad sexual. Esto significa fomentar el respeto a todas las preferencias sexuales y ayudar a los alumnos a desarrollar habilidades para protegerlos contra la coerción, la intimidación y el abuso sexual. El principio fundamental es claro: el desarrollo sexual es un proceso normal que todos los jóvenes experimentan, y ellos tienen el derecho a información, franca y confiable sobre el tema.
Van der Vlugt explica que había una preocupación en la sociedad de que la sexualización en los medios pudiera tener un impacto negativo en los niños. Quisimos mostrar que la sexualidad también tiene que ver con el respeto, la intimidad y la seguridad.
Holanda nuestra excelentes resultados en materia de salud sexual en los jóvenes. En promedio, los adolescentes no tienen relaciones a una edad temprana, usan anticonceptivos desde su primera experiencia y la califican como “deseada y divertida”. Holanda tiene una de las tasas más bajas de embarazos adolescentes, y bajas también en infección de VIH y enfermedades de transmisión sexual. El enfoque va más allá de la prevención ya que esta educación se refleja en el énfasis puesto en los derechos de los jóvenes, la responsabilidad y el respeto fundamentales para la salud sexual.
En el Kínder se abordan aspectos como los abrazos, el amor, el significado de la amistad y aprenden cómo comunicar cuando no desean que se les toque. Las lecciones están diseñadas para que los niños piensen y hablen del tipo de intimidad que se siente bien y aquella que no. A la edad de siete se espera que puedan nombrar adecuadamente las partes del cuerpo, incluidos los genitales. También aprenden sobre el bebé que crece en la panza de mamá. A los 8, aprenden sobre la autoimagen y los estereotipos de género. La meta, cuando llegan a los 11 años es que se sientan lo suficientemente cómodos para participar en discusiones guiadas sobre reproducción, sexo seguro y abuso sexual.
Los padres participan en sesiones vespertinas en las que se les proporcionan herramientas para hablar de sexo con sus hijos. En vez del discurso de “las aves y las abejas”, los expertos recomiendan primero escuchar las inquietudes de los niños y desarrollar la conversación a partir de ellas, sin querer abarcarlo todo.
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Una muestra de un plan de lección para primer grado puede verse aquí.
Con información de http://www.pbs.org/newshour/updates/spring-fever/