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Entre las migajas y el banquete

El error es el lugar del equívoco. De lo que no corresponde o es disonante. Sólo mirar el error y acentuarlo muestra una concepción de la vida escasa. Es esa tendencia a buscar la equivocación, para sentirse poderosos o mejor que los otros. Si hay escasez de miradas, de paradigmas, de concepciones, es fácil encontrar […]

Autor: UNOi

Fecha: 22 de noviembre de 2013

Fredy Vota - En los caminos

El error es el lugar del equívoco. De lo que no corresponde o es disonante.

Sólo mirar el error y acentuarlo muestra una concepción de la vida escasa. Es esa tendencia a buscar la equivocación, para sentirse poderosos o mejor que los otros.

Si hay escasez de miradas, de paradigmas, de concepciones, es fácil encontrar el error. Alguien se posicionará en el lugar de la verdad y mirará a los que yerran como herejes. Claro que en el siglo XXI, no los llamarán así, pero sutilmente (y a veces no tanto) los verá así, y probablemente, los tratará así.

En el mundo de la abundancia, hay espacios para los matices, para repensar desde otras miradas, para errar y volver a empezar sin miedos.

¿Cuál es lugar del error en la escuela? Las varas de los docentes a veces son cortas. La equivocación es punible, con rojo, con mala nota, con castigo, con reto, con reprobados. El error pocas veces es oportunidad de mejora. En el juego escolar el que se equivoca ¡pierde!.

Es que en el mundo de la escasez no hay otras oportunidades. Es más, a veces, no hay ninguna.

También es cierto que la vara corta del docente aplica más a los alumnos que así mismos.

Recuerdo tantos errores en mi carrera docente, ¡tantos!  Cantidad de dogmas pedagógicos que hoy me parecen nimios, tantas prácticas inútiles, tantas notas no tan justas, tantas contestaciones no del todo apropiadas (También tuve aciertos, unos cuantos, lo digo sin ninguna modestia).

Pero la escuela fue abundante conmigo y aprendí. Hoy soy mil veces mejor maestro que hace 10 años y hace 10 años era mejor que hace 20.  Aprendí. Por los errores vino la sabiduría del aprendizaje.

¿Y por qué los alumnos en el error reprueban, se llevan materias, se los castiga, repiten el año, en ocasiones deben dejar la escuela?

Propongo la pedagogía del banquete, del lugar de la abundancia y de los manjares eternos. Platón simboliza el amor como un gran banquete abundante, la escuela debería ser así.

En la vida siempre se aprende cuando se asumen los errores. Es tiempo de aprender de los fallos, vivirlos como oportunidades no como castigos. Enseñar a superarlos y a volver a hacer las cosas bien.

No digo que no deben ser marcados, focalizados y superados. Digo que no son eternos, ni lacerantes, ni irrevocables, ni tan solemnes. Digo que en el camino de la vida siempre se aprende, más aún cuando hay un docente que acompaña, sin anular, el germen que intenta crecer.

Y en cada uno de nosotros, ¿Qué lugar ocupa el error?

La mesa del banquete nos espera, no sea cosa que queramos seguir comiendo migajas.

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