Pablo Doberti, en su columna de esta semana, distingue entre los aprendizajes directos y los indirectos. A los primeros, los que practica la escuela, los califica de inútiles: se enseña todo y nada se aprende; sólo sirven para aprobar exámenes, ganar concursos y tranquilizar conciencias de padres y educadores.
Los aprendizajes indirectos, dice Doberti, son aquellos que impactan al niño. En estos, el ejemplo juega un papel relevante. La escuela no suele ocuparse de ellos, pero se dan. Para trabajarlos, el autor propone generar sentido mediante atmósferas, problemas, situaciones; permitir que vivan sus propios procesos acompañándolos en ellos.
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