Por Pablo Doberti.
Flamante, reluciente, curvada, pulida, aerodinámica, plateada… ¡Despampanante! Seriada, edición limitada, livianísima, con una cuchilla perfecta, leve, etérea, rugiente, ¡lista! y a tu medida… Nunca tuviste una tabla como la que tienes ahora. ¿Qué harás con ella?
Eso es Sistema UNO, mi querida maestra, mi querido maestro. ¡Bienvenidos! UNO es la mejor tabla de surf que tuviste jamás en tus manos. Nueva y renovada. Incorpora toda la nueva tecnología. Navega a otra velocidad. Genera otras experiencias. Bate récords. Reduce al mar a mero lago calmo. Y está pensada exclusivamente para gente como tú. UNO ha revolucionado por completo la industria de las tablas de surf y tu tienes ya la tuya en tus manos. ¿Qué harás con ella?
Ahora, ¡eso sí!, ya lo sabemos: no hay surf sin buenas olas. Y tampoco hay surf sin buenos surfers.
Olas tenemos. Y de las grandes, de las buenas. A menudo de las muy grandes. E incluso, tenemos también verdaderas majestuosidades. ¿O no? Son los niños.
Rebalsan de energía y de vitalidad; están repletos de pulsión y colmados de ímpetu. Son olas inmensas, únicas, imponentes, magistrales, portentos de la naturaleza. Nunca paran, jamás se cansan, son infinitas. Una y otra vez, una detrás de otra.
El escenario ideal para cualquier surfer. De ésos que se encuentran sólo en las islas Fiji, a veces en Hawai y en otros rincones de ésas sofisticaciones a los que los güeros surfers acuden cuando pueden. Y nosotros las tenemos a diario, ineludiblemente, inevitablemente, en cada salón de clases.
Y para completar, ahora también tenemos la mejor tabla para surfearlas. ¡Qué hacemos, entonces? ¿Surfeamos de una vez? ¿O dejaremos pasar nuestra tan envidiable y pronto envidiada condición?
Pero por más tabla magnánima
que tengamos, por más majestuosas que se nos repitan una y otra vez las olas delante de nuestros ojos, no habrá surf sin surfers. Nos hacen faltan los surfers.
Los surfers de este surf, mis queridos maestras y maestros, son ustedes. Musculosos y asoleados como los veo; experimentados y sabiondos del mar como los sabemos, honestos y prudentes cuando toca –también-, los surfers de este surf UNO son ustedes.
¿Les da miedo? A mí me da miedo que les dé miedo. A mí me da miedo que no percibamos que lo que nos debería dar miedo es no surfear. Las olas te pasan por encima y te vuelven nada.
Es cierto que las olas son altas y fuertes y a diario revuelcan al que las quiera penetrar. Pero eso es lo que pasa hoy, en cada aula, a cada hora. Es que ustedes ya surfean –no lo olviden-, pero lo hacen con unas tablas que parecen de planchar y no de surfear. El mundo ha cambiado y las tablas de hoy ya son de aleaciones complejas y sofisticadísimas, pesan mucho menos y navegan muchísimo más. Son veloces como el rayo Mac Queen, flotan y cortan las olas de una manera nueva y espectacular. Nos toca reaprender a surfear para que a las mismas olas le saquemos otras experiencias; inimaginadas. Y ya verán: hasta las olas serán felices al vernos poderles, ganarles, sacarles partido, gozar de ellas.
El surf es deporte de valientes, lo sé. Hay que saber que uno, con su tablita (por más UNO que sea), debe enfrentar esos portentos de la naturaleza, solito. Y no ganarles, porque los surfers no les ganan a las olas, sino que las usan para ganar velocidad y potenciar su propia experiencia. El surfer no es fuerte; el surfer sabe usar las fuerzas naturales. La fuerza del surf viene del mar. La vitalidad del surf proviene del mar. Pero el surfer no teme. Deja al mar hacer su trabajo y él hace el suyo. Y más le pide al mar y mejor hace su trabajo. Más por más. Plagados de adrenalinas, claro, porque en el surf nadie reduce a nadie. El mar se siente
bien mar, y el surfer, bien surfer. Y así se sostiene.
Y en medio de ambos, o como integ
ración de ambos, para hacer su trabajo y favorecer la experiencia de ambos, está la tabla, está UNO: la mejor tabla de surf para la educación que existe en el mundo hoy.
Permítanme insistir: ¿qué harán con ella? Las olas ya están esperándonos.