Un fenómeno muy difundido en nuestros tiempos es la costumbre entre niños y jóvenes de tomarse fotos a sí mismos para registrar un momento, compartir su estado de ánimo o expresar su satisfacción consigo mismos.
Las selfies son divertidas: las uñas decoradas, el pelo alborotado, un vestido nuevo; el encuentro con amigos, retratarse como brujas o ballerinas, son todas formas de expresión válidas en una edad en que la identidad personal está buscando su definición.
Sin embargo, al momento de subir estas selfies redes sociales, corresponde a los padres determinar si es o no seguro compartirlas: ¿es la pose muy sensual?, ¿hay algo que no cuadra?, ¿aparece alguien atrás haciendo un gesto obsceno? Muchas veces los hijos no tienen la madurez para responder a esto y es ahí donde los papás deben intervenir y evitar peligros.
Otra consideración es que si se sube a las redes un gran número de estas fotos puede ser un indicador de trastornos ansiedad, inseguridad o depresión. La búsqueda de aceptación y la autoestima pueden verse afectadas si la foto pasa desapercibida o no recibe la cantidad de ‘me gusta’ esperada.
Con la adecuada supervisión y tomando en cuenta la seguridad, las selfies pueden ayudar a modelar la identidad de los adolescentes y tener un impacto positivo en su felicidad y en su conexión con sus pares.
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