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Rol docente

por Isabel de la O *   Para mis maestros: Me queda claro que la labor del docente tiene que romper con lo lineal de la vida; digo vida ya que lo que seamos capaces de proveer a los alumnos, se entraña en la sangre, en los huesos, en el consciente, en el inconsciente, en […]

Autor: UNOi

Fecha: 18 de junio de 2015

Foto: © konradbak/depositphotos.com

Foto: © konradbak/depositphotos.com

por Isabel de la O *

 

Para mis maestros:

Me queda claro que la labor del docente tiene que romper con lo lineal de la vida; digo vida ya que lo que seamos capaces de proveer a los alumnos, se entraña en la sangre, en los huesos, en el consciente, en el inconsciente, en el infinito y más allá.

Tenemos que romper con la rigidez de lo ortodoxo, del magno manual de lectura del “oso que se asea” y de la expectativa tan poco creativa del cuento aquél que decía: “Mi mamá me ama”.

Tomemos la decisión de crear variantes con la armonía de la fluidez y esperando que la flexibilidad no se nos rompa nunca, ni cuando estemos viejitos y contemos cuentos sin dientes, cambiándoles los nombres, a veces, hasta a nuestros propios hijos.

Todos, desde que nacemos, observamos la vida. Vivimos rodeados de signos: el calor abrasante que anuncia la próxima lluvia, las flores naranjas con destellos rojizos y amarillos de la granada que significa la llegada de la primavera, los vientos avasalladores que indican peligro, las mariposas en el estómago cuando vemos a alguien que nos gusta o por el temor de enfrentar algo nuevo, experiencias adquiridas a lo largo de nuestra existencia en algún capítulo de nuestras vidas.

Todos estos saberes previos son con los que nos enfrentamos al mundo cuando enseñamos. Los alumnos poseen su propia definición de la vida y ninguno viene con el diario de su vida en blanco. Cada uno es capaz de interpretar su propio entorno y nos asombramos ante este hecho, porque, de alguna manera esto nos acerca y nos obliga a la mágica tarea de enseñarles un nuevo código: el código de aprender a aprender.

Aprender a desarrollar habilidades, a solucionar, a brincar obstáculos a intentarlo todo, a ser con el otro, compartiéndolo con esos otros seres que nos rodean aún en la distancia y en el tiempo.

El compromiso es ineludible, es propio y por ende para con nuestros alumnos que vienen comprometidos con su vida, su felicidad, sus sueños… Nos toca desarrollarlos, hacerles saber que ellos son protagonistas de su propia vida y por ende de su aprendizaje, abrirles las expectativas más allá de un final feliz, de una vida continua de saberes encontrados y cuestionados, una vida de decisiones y resoluciones, un encuentro consigo mismos en el otro y con la capacidad de leerse y escribirse a través de aquellos que siguen flexibles y armoniosos, con la responsabilidad cumplida y los sueños escritos en el alma.

En efecto, el desconocimiento de cualquiera de los enfoques, de las teorías, de las metodologías y de la falta de preparación docente, nos lleva a imitar modelos que tuvimos cuando niños y caer en la falta de visión para entender el compromiso que esto implica.

Es el mismo docente el que va construyéndose a si mismo partir de los elementos de los que dispone y por ende no es una construcción consciente hasta que sobreviene la reflexión, misma que viene de aprender que no todo lo que se hace intuitivamente es correcto y que todo lo que hacemos tiene un nombre y un lugar en la historia, el desarrollo y las emociones del alumno, de “nuestro” alumno o del que tenemos formándose junto a nosotros.

Por eso el papel de los profesores es muy grande y de gran valor, pues es según como respondan a las habilidades que todo chico trae ya consigo, se va a producir el desarrollo y a potenciar el empoderamiento del mundo que los rodea expandiendo su visión.

El docente es un guía, un facilitador en el cual la actividad de la enseñanza está principalmente concentrada en la formación continua para poder llevar al estudiante a seleccionar y construir conocimiento, pensamiento y sentimientos que lo lleven a saber expresarlos y hacerlos significativos de manera consciente.

El propósito del docente, mediador, facilitador, profesor, maestro, es  facilitarle las herramientas al alumno para que se convierta en un ser humano auténtico, una persona capaz de asumir la responsabilidad por lo que es y por lo que tiende a ser: una persona capaz de tomar decisiones que lo definan como desea que sea definido. Un ser autónomo que va al encuentro de sí mismo en el otro.

Para esto necesitamos saber quiénes somos, de dónde venimos, como aprendimos y si lo que aprendimos nos funcionó y de ahí partir para hacer cambios radicales en nuestra formación. Necesitamos abrirnos a otra perspectiva que la que tenemos enfrente. Teorizar, como dicen los filósofos. Conocer de cerca el arte, la naturaleza y el desarrollo del ser humano, su historia, sus diferentes formas de vida. La globalización nos alcanza, ya nuestros alumnos tienen conciencia de otros mundos y de otras sociedades.

¿Qué podemos hacer nosotros para adecuar nuestras mentes al futuro que nuestros alumnos tendrán que enfrentar? ¿De quién será el compromiso de agarrar el toro por los cuernos y sacudirnos la comodidad de estar detrás de un escritorio cuando nuestros alumnos ya saben que hay muchas realidades más allá de las ventanas de nuestras aulas?

Sé que hay muchos maestros excelentes, sin embargo también creo que necesitamos expandir nuestras alas a otros horizontes y esto no implica salirnos del entorno pero si ampliarlo. Hay que salir de la comodidad de cumplir con el programa.

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* Isabel de la O es Coach de UNO Internacional en Mérida, Yucatán.